Era invierno, yo estaba esperando que julio terminara y agosto me de un respiro. En el norte durante agosto el frío es un eco, así que algo adentro mío estaba tranquilo. Pero en un momento una chica me dijo que había conseguido la poesía completa de Cristina Peri Rossi, autora que yo conocía pero no había estudiado en profundidad. “Te mando un poema” nunca es un mensaje inocente, nosotras lo sabemos…
No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizás tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.
Después de ese momento supe que Peri Rossi y yo tendríamos días y noches de intentar capturar el corazón en un poema. Me acorralaba la idea de cómo la ausencia acompaña, tener un teléfono que no se usa, que nos llueve pero nunca nos besamos bajo el agua, que ni siquiera sé si se te mojó el pelo…
¿A dónde puede guardarse semejante tristeza? ¿A dónde podríamos las mujeres que amamos a otras mujeres, cuidar nuestro corazón? Para esta autora es claro: en la escritura. Una escritura que corta como espejo roto, el único en el que pueden verse las cosas como son, como si escribir de esta manera, es decir, al borde de la herida, fuese la única forma de vernos las caras lo más honestamente posible.
Lo que me pasa con Cristina Peri Rossi es esto: la poesía nunca es inocente.